viernes, 19 de octubre de 2007

Camino de Santiago 8.Dia V

Remoloneo en la cama hasta las 8. Me levanto de muy mal humor. Pese a las palizas de bici, ningún día, por H o por B, había conseguido dormir bien. Eran las ocho y llevaba dos horas dando vueltas, con lo cual decido levantarme. En el albergue queda muy poca gente. De hecho en mi habitación (eran como 5 habitaciones para 20 personas o así) no queda mas que un tipo al fondo. Me levanto, empiezo a colocar toda la mochila. Me visto. 8:20 y preparado. Me asomo por la ventana y esta lloviendo. Pues de puta madre, se va a poner a montar Rita, porque yo paso. Doy una vuelta por el albergue y me tomo el zumo y bollo que me había comprado el día anterior. Pongo a cargar el móvil, hago el tonto, pero no parece que vaya a dejar de llover. Me cruzo con Alberto y los tipos que me había presentado el día anterior. Se van ya, me preguntan que voy a hacer, y les digo que ni idea. Queda evidente que voy solo por decisión. Le digo a Alberto que si quiere cenamos en Santiago por la noche. Estos se van.

9:20. Ya he desayunado y no hay mucho que hacer. El día parece que no quiere abrir, chispea el típico calabobos, que parece que no llueve pero te cala. Hace frio. Pero en algún momento hay que ponerse al tema, Santiago no va a venir solo. Pues al lio, me pongo el cortafríos y el poncho de lluvia y me pongo al tema. Coloco la mochila y me subo a la bici. Las piernas estaban regular, bastante duras, cargadas pero bien. Tenía muchas ganas de ponerme en marcha, pero seguía de bastante mal humor. No había dormido casi y estaba lloviendo. Me subo a la bici y empiezo a pedalear.

Empecé a pedalear a eso de las 10, y decidí, que siendo el último día, iba a ir todo el rato por el camino puro y duro. La velocidad media más o menos por carretera es de unos 16 km hora, y por camino 12. Pero me apetecía ir por camino, disfrutar de la parte final del camino, recorriendo los pueblos más que ir por carretera. Y la primera en la frente. Nada mas salir, tengo que cruzar un rio. Que andando no suponía ningún problema, pero en bici era un problema. Pero sigo en mis trece, por el camino y ya esta. El día estaba raro, frio, lloviendo un poco, sobre todo la primera hora, tras la cual me quito el poncho pero me dejo el cortafríos.

Lo que es el camino, mucho barro, mala tracción (cosa que empeoraría mas adelante) pero muy bien. La primera hora, pese a la lluvia, como siempre, sobrado. Mucha fuerza... El camino es tremendamente duro. Bajadas muy fueres, siempre cortas (no mas de 1 km), y subidas igual de fuertes. Las bajadas acojonado, seguía sin confianza para bajar a muerte. Además estaba todo mojado. Pero las cuestas arriba muy fuerte. Siempre arriba de la bici, con unas fuerzas impropias dado el día que era. A partir de la primera hora se suele sufrir, las piernas no tiran. Pero veo como empiezan a bajar los km. 45, 40, 35, y lo que el glucógeno de mis piernas no me da, me lo da la adrenalina de mi sangre. La siguiente hora y media, creo que fue la que fui más fuerte del camino. Era acojonante, cuanto más avanzaba, mas rápido iba, mas fuerzas, más moral. Las cuestas abajo controlando, las cuestas arriba encima de la bici, plato grande piñón pequeño, acojonante. Pasé a varios grupos de ciclistas, iba muy muy fuerte.

Las llantas que llevaba de la bici no eran las apropiadas para este terreno, embarrado y con muchas piedras. No llevaba las típicas llantas de bici de montaña, sino una mixtas, no lisas del todo, pero no con tacos tan gordos como las típicas de montaña. En alguna cuesta arriba me patina la rueda trasera. No se si por la mochila, pero le empieza a costar coger tracción (luego descubrí porque), pero no me iba a parar a comprobar que pasaba. Estaba on fire.

Pero, una vez consumido el glucógeno de mis piernas y la adrenalina de mi sangre, llega el bajón. Estoy a veinte km de Santiago. Ya no subo con tanta fuerza. El día había abierto definitivamente, hacia calor y empiezo a sudar muchísimo. Los problemas de tracción empiezan a ser molestos, cada vez que me pongo de pie la rueda trasera patina. Las cuestas siguen siendo feroces, cortas pero muy duras. Los km bajan muy despacio. 19, 18, 17, parece que nunca voy a llegar. Pensé en pararme y comprobar la bici, pero no quería parar. Iba a llegar a Santiago, ya fuese andando, en bici o en ambulancia.

Nuevamente muchos recuerdos. La parte final del camino es preciosa. Muy verde, pueblos pequeños. Estoy a 10 km de Santiago. No me puedo creer. Ando muy acojonado por la bici, a ver si me la voy a cargar. Paro en una cuneta y compruebo que no le pasa nada. Sigo, tranquilo, sin prisa pero sin pausa.

A todo esto, en una subida, veo que me quedo, que no avanzo. Me pongo de pie y empieza a patinar la rueda trasera. En esas circunstancias sentarme en el sillín no era una opción, pego un par de pedaladas, pero no avanzo. Me echo hacia adelante, hasta el punto de que apoyo mi pecho en el manillar. Cuando ya creía que me iba a pegar una bofetada de condiciones importantes, la rueda coge suelo y avanzo. Grito un "me cago en tu puta madre" que creo que se oyó en Santiago (un grupo de caminantes si la escucho, porque se giraron en bloque). Ahí decidí no volver a ir de pie. Para lo que quedaba no iba a arriesgar.

Estos últimos 10 km los hago casi en una hora. No iba muy rápido. Ni mis piernas, ni mi cabeza, ni mi bici me lo aconsejaban. Además pensaba que todo estaba yendo muy bien. Demasiado. Tenía el miedo de cagarla al final, una caída, un pinchazo, no sabia, cualquier cosa que hiciese que no llegase. Casi me caigo por culpa de una tía (mujeres), que no me vio y se me echo encima mientras la rebasaba. Ese hecho aumenta mis precauciones.

Quedan unos 6 km, veo una cuesta larga, como de 600 m, muy pronunciada. Me acuerdo que tras esa cuesta esta el monte del gozo. El monte del gozo es la antesala de Santiago. Ahí esta el principal albergue de Santiago. Los caminantes normalmente hacen noche allí para llegar a Santiago al día siguiente, para la misa de doce.

Llego al monte. Estoy a 5 km, y casi todos cuesta bajo. Lo miro y no me lo puedo creer. Eran las 14 casi. Estaba en la puerta de Santiago. Pese a mis miedos, dudas, estaba allí.
Bajo esos 4 km y allí estoy. Santiago. Veo el Cartel que me anuncia que ya estoy allí. Me hago una foto. Avanzo por la ciudad, buscando la plaza de Obradoiro. Estoy a300 metros de m objetivo. Es miércoles y son las 14:10.
Cojo la calle peatonal, 50 metros, la veo, 25, no me lo puedo creer, y entro…

No tengo palabras para definir lo que sentí cuando llegue, cuando entre en la plaza. Lo había logrado. Voy al centro de la plaza y me siento. Tenia que estirar, buscar autobús, alojamiento. Me siento en medio de la plaza, mi bici y yo. El mundo se para, nada importa. Tengo una sensación de paz que no había sentido en mi vida. Estoy allí sentado cosa de 20 min, mirando la catedral. Pensando en nada y en todo. Repaso mi vida, mis decisiones, lo que soy y lo que quiero ser. Pienso en mis amigos, en mi familia, en Raúl, en mi hermano Álvaro, en D, en Javi. No se como explicar esta sensación. Era de paz, de tranquilidad, de felicidad. En el cielo se debe sentir uno así. Nunca me había sentido así. Y pensé en que nunca lo iba a volver a sentir, pero una semana después viví otro momento igual, de tranquilidad, de felicidad, donde se paraba el tiempo, donde nada importaba (S.G.) . Es una sensación inenarrable. Tenia que hacer mil cosas, pero no quería que se acabase ese momento. Estoy así otros 20 min. Me levanto del suelo, coloco la bici y entro en la catedral. Doy un beso al Santo de parte de alguien (bedajepon), y rezo unas oraciones. Por el padre de Pilar, por la madre de Chufo, por mis abuelos, por la gente que quiero y no esta. Salgo de la catedral, y me vuelvo a sentar al lado de mi bici. Estoy otra media hora reflexionando, pensando, disfrutando del cielo, que en ese momento había bajado al la plaza del Obradoiro. No me siento muy orgulloso de lo que he hecho (me siento orgulloso ahora, con el paso del tiempo). Lo que siento es paz, es felicidad.

Creo que hay momentos por los que vale la pena vivir. Momentos más o menos importantes para el mundo, pero que para uno lo son todo. Este era uno de ellos.

No se que hora era, pero tenia muchas cosas que hacer. En primer lugar voy a por mi Compostelana. Si había algún medio para ir a León esa tarde, lo iba a intentar. Voy a la estación de autobús y nada, la única opción es al día siguiente a las 8 de la mañana. Pues nada, me vuelvo a buscar alojamiento. Encuentro una pensión, por 20€, muy agradable (era una residencia de estudiantes) Todo perfecto, en Santiago, billete de autobús, donde dormir. Subí a la habitación, coloco la bici, estiro. Vacio la mochila, todo era ropa sucia, había calculado la ropa al milímetro. Me ducho, descanso un rato, tirado en la cama, con mis cosas.

A todo esto eran las 6 de la tarde y aun no había comido. Me compro una empanada y una tarta de Santiago y como en un banco tranquilamente. Mando un par de postales, respondo un par de emails sobre la despedida, hablo con Quini, con Rubén, con Javi, con Laura, con Raúl, con mi madre… Son casi las 9, Estoy cansado y me voy a mi habitación. Veo el telediario, y me bajo a dar un último paseo por Santiago. A las 10 me voy a dormir. Me quería levantar a las 7, para coger el bus a las 8. Esa noche dormí muy bien, del tirón, estaba muy cansado.

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